“Y, sin embargo, no puedo utilizar ese estado de ánimo, sólo puedo irme a casa, pues tengo el rostro y las manos sucios y sudorosos, el traje lleno de manchas y polvoriento, la gorra del negocio en la cabeza y las botas arañadas por las esquinas de las cajas. Entonces me desplazo como si fuera sobre olas, hago chascar los dedos y acaricio el pelo de los niños que vienen a mi encuentro.
Pero el camino es demasiado corto. Llego en seguida a mi casa, abro la puerta del ascensor y entro.
Ahora compruebo de repente que estoy solo. Otros, que tienen que subir las escaleras, se cansan algo al hacerlo, tienen que esperar con la respiración acelerada hasta que alguien les abre la puerta de la casa…” (El comerciante – F. Kafka)
Tinta china, grafito y carboncillo
Papel Bristol 250 gramos
21 x 27 cms
Sin marco